
Lo que muchas veces la historia no cuenta, son los verdaderos intereses del Gobierno estadounidense, que disfrazó sus objetivos de guerra en una zona del mundo rica en hidrocarburos, ideales para ser explotados y generar una riqueza sin precedentes. Adicional a eso, el impulso bélico del Gobierno de Bush atacó sin medir las consecuencias que costaron la vida a millones de inocentes.
TeleSUR _ 08/09/2010
Lo que muchas veces la historia no cuenta, son los verdaderos intereses del Gobierno estadounidense, que disfrazó sus objetivos de guerra en una zona del mundo rica en hidrocarburos, ideales para ser explotados y generar una riqueza sin precedentes. Adicional a eso, el impulso bélico del Gobierno de Bush atacó sin medir las consecuencias que costaron la vida a millones de inocentes.
El 11 de septiembre de 2001, conocido mundialmente como 9/11 o 11-S, supuso los mayores ataques contra Estados Unidos, perpetrados tras el secuestro de cuatro aviones de pasajeros por 19 suicidas, distribuidos en cuatro grupos, cada uno de ellos con un piloto encargado de volar las aeronaves con las que se consumaron los atentados
El vuelo 11 de la aerolínea American Airlines y el 175 de United Airlines, fueron los que se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, impacto tras el que las estructuras de 110 pisos de cada uno de los rascacielos, ubicados en el centro financiero del distrito de Nueva York, se desplomaran dos horas más tarde.
El tercer avión, el vuelo 77 de American Airlines, impactó contra una esquina del Pentágono, sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos en el estado de Virginia, mientras que el último aparato secuestrado fue el número 93 de United Airlines, el cual nunca llegó a su objetivo porque se frustró la intención de ataque cuando los pasajeros y la tripulación intentaron retomar el control, lo que ocasionó que la aeronave se estrellara en un campo abierto en Pensilvania (noeste).
Ese día unas dos mil 973 personas murieron junto a los 19 secuestradores, según datos confirmados por el estadounidense Buró Federal de Investigaciones (FBI, por su sigla en inglés). El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) condenó los "horrendos ataques".
La reacción del Gobierno de Estados Unidos no se hizo esperar y desencadenó una guerra abierta en Medio Oriente con invasiones a Afganistán el mismo año del ataque en Nueva York y dos años más tarde una acción militar similar en Irak, en busca de supuestas armas de destrucción masiva que amenazaban con otro supuesto ataque a territorio estadounidense.
El origen de la guerra
Las intensas agresiones que Estados Unidos (EE.UU.) ha infligido sobre Afganistán e Irak, que se muestran más vulnerables y expuestos a la violencia, comenzaron en el año 2001, cuando el Gobierno del entonces presidente norteamericano, George W. Bush (2001-2009), ordenó un ataque sin tregua a Afganistán, producto de una serie de intereses económicos y políticos que se mantuvieron ocultos con un supuesto propósito de venganza ante los atentados del 11 de septiembre en Nueva York.
Los días posteriores a los ataques giraron en torno al incremento del racismo y la persecución sin cuartel contra las personas de origen árabe, junto a lo cual surgió el respaldo que ofreció la población de Estados Unidos a la decisión del Gobierno de Bush de emprender acciones "antiterroristas".
La Casa Blanca optó por invadir y cobrar venganza a pesar de los años de indagaciones sobre quiénes fueron los autores materiales e intelectuales de los ataques y aplicar la debida justicia que lograra reivindicar la memoria de los miles de muertos que dejó esa tragedia, además de borrar del recuerdo de los estadounidenses que, por primera vez, el país más "poderoso" y en apariencia el más "seguro" del mundo había sido ultrajado en su propio radio de acción.
El analista internacional, Basem Tajeldine, asegura que antes de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, el imperio norteamericano no hubiese logrado concretar la guerra a gran escala que se había propuesto emprender en Medio Oriente.
"Los rincones oscuros, como el ex presidente Bush los llamó, era difícil desarrollarlos. Estados Unidos venía construyendo un nuevo enemigo a partir de la xenofobia que estaba provocando hacia los pueblos árabes y musulmanes", sostuvo Tajeldine en declaraciones el sitio Web de teleSUR.
El Gobierno de Bush, desde el primer momento, atribuyó la autoría intelectual de los atantados a Osama Bin Laden y resolvió que debía actuar por medio de la fuerza: buscar y matar hasta encontrarlo.
Ese es el origen de la guerra contra el país Afganistán, la presunción de culpabilidad de Bin Laden.
Basados en la hipótesis de que Bin Laden ha intentado hacerse de un arsenal de armas de destrucción desde hace años, con el fin de arremeter contra el "poderío estadounidense" y sus aliados, la potencia norteamericana no vio otra alternativa que agrupar un Ejército de hombres para enviarlos al corazón de Asia para instalarse en Afganistán.
Bush esgrimió ante los millones de estadounidenses que las causas del ataque respondían al "odio a la libertad y la democracia, ejemplificados por los Estados Unidos", bajo esas palabras, intentó ofrecer a los ciudadanos de su país una justificación para los cientos de miles de muertos, los millones de heridos, los miles de damnificados y la inmensa destrucción que durante los siguientes nueve años mantendría sin resultados.
Primeros ataques: Afganistán, dolor sin tregua
Tajeldine explicó que Estados Unidos necesitaba un hecho de mucha conmoción para realizar lo que venía trabajando en la mentalidad de esos pueblos, sus aliados. "
Después del 11-S el mundo cambió, fue un antes y un después y la raíz de eso fue que la nación norteamericana movilizó a su pueblo y a Europa contra el nuevo enemigo que venía construyendo a finales de los 80 y principios de los 90".
Casi un mes después del ataque a Nueva York, Estados Unidos se hizo de una coalición internacional junto al Reino Unido y comenzó la invasión a Afganistán el 7 de octubre de 2001, bajo el nombre de Operación Libertad Duradera, en busca de Osama Bin Laden, supuestamente refugiado en esa nación.
Pero el país invasor necesitaba hacerse de un aliado vecino de Afganistán para ejecutar desde allí sus ataques y desplegar a sus hombres. Fue así como Pakistán decidió unirse a los objetivos bélicos y le facilitó el trabajo a la poderosa potencia que había sido vulnerada ante el mundo en su mayor orgullo: la seguridad e integridad de la nación.
Pakistán cedió algunas de sus bases para la instalación de militares norteamericanos, de esa manera, el imperio estadounidense consolidaba una conquista al asegurar su presencia en el Medio Oriente, desde donde atacó sin misericordia a varias ciudades afganas, empleando para ello aviones, misiles y bombas guiadas por satélites.
Durante los bombardeos, Bush parecía justificar a los millares de muertos, que años más tarde se convirtieron en millones, con argumentos de atacar campos terroristas de la red Al Qaeda e instalaciones militares talibanes hasta dar físicamente con Osama Bin Laden.
La reacción de la comunidad internacional cobró presencia al condenar las violentas agresiones hacia Afganistán. Varios Gobiernos se pronunciaron en rechazo a las acciones estadounidenses, mientras la población del país surasiático se vio forzada a abandonar sus hogares y pertenencias por el desate bélico.
En medio de los ideales económicos y políticos, la Casa Blanca ordenó cerrar las fronteras afganas con el fin de acorralar aún más al Gobierno de ese país, que en poco tiempo se vio suspendido en el abastecimiento de alimentos y otros productos, e invadido completamente por militares del norte, fuertemente armados y con claros objetivos de someter a la población hasta que el Gobierno entregara a los miembros de Al Qaeda, quienes presuntamente habían formado parte del plan que derribó las Torres Gemelas.
Cerca de nueve años más tarde, millones de civiles afganos muertos, millones de heridos producto de la sangrienta guerra, más desplazados, hambre, mayor pobreza y destrucción; el Gobierno de Estados Unidos no ha dado con Osama Bin Laden ni las supuestas armas que reunió.
Irak: Resultados de la inclemencia
Irak ha representado para Estados Unidos otro escenario de intereses políticos y económicos a lo largo de las últimas décadas, donde otra vez, la situación gira en torno al petróleo, un inacabable círculo de seducción que atrae a la hegemonía imperialista.
Con el pasar del tiempo, las políticas diseñadas por Estados Unidos se han involucrado directamente con las riquezas petroleras iraquíes, pero tal realidad fue ocultada bajo la búsqueda constante de presuntas armas de destrucción masiva que el norte aseguró que poseía el Gobierno del ex presidente de Irak, Saddam Hussein.
Ante el temor de que ese supuesto armamento fuese usado para destruir territorio estadounidense, y tras la acusación de que Irak apoyaba organizaciones con Al Qaeda, el Gobierno estadounidense decidió unilateralmente invadir a ese país del Golfo Pérsico en marzo de 2003.
En enero de ese año, tropas conformadas por 250 mil uniformados de Estados Unidos y otros miles más de Gran Bretaña, comenzaron a dispersarse a lo largo del Golfo Pérsico. Un mes más tarde, Colin Powell, entonces secretario de Estado norteamericano, renovó las acusaciones contra Irak y las supuestas armas de guerra con las se mantenía vinculado a Al Qaeda.
Entre algunos de los líderes del mundo que se han pronunciado en contra de esos ataques directos y unilaterales, el ex secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan sostuvo recientemente que lo único que ha generado esa guerra es el retroceso de Irak en veinte años.
"Siete años después, ¿valió la pena? ( ... ) "Hay unos que dicen que contribuyeron con Irak, yo no lo veo", consideró el otrora secretario de la ONU durante una conferencia ofrecida en México el pasado martes ante unas 10 mil personas.
Pero esta vez tampoco bastó la reacción mundial de condenar los ataques bélicos ni su llamado de "No a la guerra", cuyas voces internacionales fueron completamente ignoradas por los intereses del principal promotor de la ofensiva, Estados Unidos.
Lluvias de misiles y bombas cubrieron el cielo y el suelo de Irak, dejando a su paso miedo, destrucción, hambre y decenas de miles de muertos y heridos tanto civiles como militares. Saddam Hussein logró huir del país y fue capturado en diciembre de 2003 para ser llevado a juicio. Las supuestas armas en su poder nunca aparecieron.
El pasado 31 de agosto, Barack Obama, el presidente de Estados Unidos, anunció un falso final de la ofensiva militar que significó siete años de ataques, muertes y sufrimiento en Irak. El regreso del último contingente de soldados norteamericanos que de manera efusiva y mediática se dio a conocer en todo el mundo, no es más que un cínico intento de suavizar su hostil imagen ante la comunidad internacional.
El analista internacional Tajeldine expresó que, en efecto, el Gobierno del actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, es la continuación de las políticas del segundo mandato de Bush. "Es un maquillaje diplomático pero que en el fondo, el puño de las armas está al frente".
Explicó que el primer Gobierno de Bush se caracterizó por ser más belicista y menos diplomático, tanto así que la ONU fue totalmente ignorada en sus condenas o ausencia de apoyo para los fines de guerra que pretendía concretar.
En cambio, el segundo período inició un acercamiento diplomático de apariencia, es aquí donde "Obama surge como una especie de salvación y cambio de imagen de esa segunda política de Gobierno de Bush pero con el mantenimiento de guerra", aseguró el experto.
Permanecen tropas en suelo iraquí
La operación Alba Nueva (New Dawn) prevé la permanencia de 50 mil militares en Irak para supuestamente ofrecer entrenamiento a las fuerzas seguridad locales, es decir, una misión de "entrenamiento" para las tropas iraquíes.
La razón: garantizar la permanencia estadounidense en ese lado del mundo con un contingente de tropas especiales que le brindarían la posibilidad a Estados Unidos de accionar un plan de intervención inmediato para asumir el control de sus intereses y establecerse en un país clave para la Casa Blanca.
La invasión de Estados Unidos en Irak deja un Estado y una sociedad destruidos, con un saldo lamentable de dos millones de iraquíes muertos, al menos cinco millones de desplazados, millones de niños y mujeres desprotegidos, realidad que se suma a un sistema de salud en precarias condiciones y una situación sanitaria desoladora con enfermedades como cólera, varios tipos de cáncer y malformaciones producto de años de ataques que desprendieron una intensa contaminación.
La guerra también dejó cicatrices para los norteamericanos con unos cuatro mil 400 soldados muertos en esa sangrienta agresión. Estados Unidos demuestra una vez que no importan los "sacrificios" con tal de mantener y reforzar el papel temible y dominante de una superpotencia económica y geopolítica en el mundo.
Lavar conciencias con sangre
De todo esto, es fácil que asalte la duda si Estados Unidos algún día se desprenderá del odio que emana de su sed de riqueza y poder. Cabe reflexionar en relación a los millones de personas que quedaron marcadas por la guerra.
¿Es ese el camino que debemos seguir para encontrar la tan ansiada paz en el mundo? ¿Un sendero de hostilidades donde prima la necesidad irrenunciable de establecerse para siempre como el país con mayor fuerza y disposición en el mundo, que lava conciencias con la sangre y que hace que inocentes conozcan el horror de las armas?
Ahora, el imperio de América del Norte, pretende escribir un nuevo capítulo en la historia con el retiro parcial de las tropas del Medio Oriente, que sirva quizás para tomar un respiro y desatar más adelante un nuevo conflicto mundial a base de presunciones y excusas como ocurrió en Afganistán e Irak.
La realidad es que Estados Unidos y sus aliados ya no son tan fuertes como antes, ya no son tan temibles como antes y ya no están solos como antes. Ahora existen nuevas conciencias, nuevos objetivos y nuevos aliados de paz.
Son muchos los Gobiernos alrededor del mundo los que han hablado para proponer un alto al fuego, la deposición de las armas y redactar las nuevas páginas de la historia.
Pero lo primero y fundamental es reconstruir el mundo actual, el mismo que vio tanta sangre y conflictos. Construir para comenzar de nuevo, para hacer posibles los cambios que permitirán nacer, crecer y aprender del pasado con el único fin de perpetuar en la memoria de mujeres y hombres que la paz es el fin último.
María Daniella García
TeleSUR _ 08/09/2010
Lo que muchas veces la historia no cuenta, son los verdaderos intereses del Gobierno estadounidense, que disfrazó sus objetivos de guerra en una zona del mundo rica en hidrocarburos, ideales para ser explotados y generar una riqueza sin precedentes. Adicional a eso, el impulso bélico del Gobierno de Bush atacó sin medir las consecuencias que costaron la vida a millones de inocentes.
El 11 de septiembre de 2001, conocido mundialmente como 9/11 o 11-S, supuso los mayores ataques contra Estados Unidos, perpetrados tras el secuestro de cuatro aviones de pasajeros por 19 suicidas, distribuidos en cuatro grupos, cada uno de ellos con un piloto encargado de volar las aeronaves con las que se consumaron los atentados
El vuelo 11 de la aerolínea American Airlines y el 175 de United Airlines, fueron los que se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, impacto tras el que las estructuras de 110 pisos de cada uno de los rascacielos, ubicados en el centro financiero del distrito de Nueva York, se desplomaran dos horas más tarde.
El tercer avión, el vuelo 77 de American Airlines, impactó contra una esquina del Pentágono, sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos en el estado de Virginia, mientras que el último aparato secuestrado fue el número 93 de United Airlines, el cual nunca llegó a su objetivo porque se frustró la intención de ataque cuando los pasajeros y la tripulación intentaron retomar el control, lo que ocasionó que la aeronave se estrellara en un campo abierto en Pensilvania (noeste).
Ese día unas dos mil 973 personas murieron junto a los 19 secuestradores, según datos confirmados por el estadounidense Buró Federal de Investigaciones (FBI, por su sigla en inglés). El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) condenó los "horrendos ataques".
La reacción del Gobierno de Estados Unidos no se hizo esperar y desencadenó una guerra abierta en Medio Oriente con invasiones a Afganistán el mismo año del ataque en Nueva York y dos años más tarde una acción militar similar en Irak, en busca de supuestas armas de destrucción masiva que amenazaban con otro supuesto ataque a territorio estadounidense.
El origen de la guerra
Las intensas agresiones que Estados Unidos (EE.UU.) ha infligido sobre Afganistán e Irak, que se muestran más vulnerables y expuestos a la violencia, comenzaron en el año 2001, cuando el Gobierno del entonces presidente norteamericano, George W. Bush (2001-2009), ordenó un ataque sin tregua a Afganistán, producto de una serie de intereses económicos y políticos que se mantuvieron ocultos con un supuesto propósito de venganza ante los atentados del 11 de septiembre en Nueva York.
Los días posteriores a los ataques giraron en torno al incremento del racismo y la persecución sin cuartel contra las personas de origen árabe, junto a lo cual surgió el respaldo que ofreció la población de Estados Unidos a la decisión del Gobierno de Bush de emprender acciones "antiterroristas".
La Casa Blanca optó por invadir y cobrar venganza a pesar de los años de indagaciones sobre quiénes fueron los autores materiales e intelectuales de los ataques y aplicar la debida justicia que lograra reivindicar la memoria de los miles de muertos que dejó esa tragedia, además de borrar del recuerdo de los estadounidenses que, por primera vez, el país más "poderoso" y en apariencia el más "seguro" del mundo había sido ultrajado en su propio radio de acción.
El analista internacional, Basem Tajeldine, asegura que antes de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, el imperio norteamericano no hubiese logrado concretar la guerra a gran escala que se había propuesto emprender en Medio Oriente.
"Los rincones oscuros, como el ex presidente Bush los llamó, era difícil desarrollarlos. Estados Unidos venía construyendo un nuevo enemigo a partir de la xenofobia que estaba provocando hacia los pueblos árabes y musulmanes", sostuvo Tajeldine en declaraciones el sitio Web de teleSUR.
El Gobierno de Bush, desde el primer momento, atribuyó la autoría intelectual de los atantados a Osama Bin Laden y resolvió que debía actuar por medio de la fuerza: buscar y matar hasta encontrarlo.
Ese es el origen de la guerra contra el país Afganistán, la presunción de culpabilidad de Bin Laden.
Basados en la hipótesis de que Bin Laden ha intentado hacerse de un arsenal de armas de destrucción desde hace años, con el fin de arremeter contra el "poderío estadounidense" y sus aliados, la potencia norteamericana no vio otra alternativa que agrupar un Ejército de hombres para enviarlos al corazón de Asia para instalarse en Afganistán.
Bush esgrimió ante los millones de estadounidenses que las causas del ataque respondían al "odio a la libertad y la democracia, ejemplificados por los Estados Unidos", bajo esas palabras, intentó ofrecer a los ciudadanos de su país una justificación para los cientos de miles de muertos, los millones de heridos, los miles de damnificados y la inmensa destrucción que durante los siguientes nueve años mantendría sin resultados.
Primeros ataques: Afganistán, dolor sin tregua
Tajeldine explicó que Estados Unidos necesitaba un hecho de mucha conmoción para realizar lo que venía trabajando en la mentalidad de esos pueblos, sus aliados. "
Después del 11-S el mundo cambió, fue un antes y un después y la raíz de eso fue que la nación norteamericana movilizó a su pueblo y a Europa contra el nuevo enemigo que venía construyendo a finales de los 80 y principios de los 90".
Casi un mes después del ataque a Nueva York, Estados Unidos se hizo de una coalición internacional junto al Reino Unido y comenzó la invasión a Afganistán el 7 de octubre de 2001, bajo el nombre de Operación Libertad Duradera, en busca de Osama Bin Laden, supuestamente refugiado en esa nación.
Pero el país invasor necesitaba hacerse de un aliado vecino de Afganistán para ejecutar desde allí sus ataques y desplegar a sus hombres. Fue así como Pakistán decidió unirse a los objetivos bélicos y le facilitó el trabajo a la poderosa potencia que había sido vulnerada ante el mundo en su mayor orgullo: la seguridad e integridad de la nación.
Pakistán cedió algunas de sus bases para la instalación de militares norteamericanos, de esa manera, el imperio estadounidense consolidaba una conquista al asegurar su presencia en el Medio Oriente, desde donde atacó sin misericordia a varias ciudades afganas, empleando para ello aviones, misiles y bombas guiadas por satélites.
Durante los bombardeos, Bush parecía justificar a los millares de muertos, que años más tarde se convirtieron en millones, con argumentos de atacar campos terroristas de la red Al Qaeda e instalaciones militares talibanes hasta dar físicamente con Osama Bin Laden.
La reacción de la comunidad internacional cobró presencia al condenar las violentas agresiones hacia Afganistán. Varios Gobiernos se pronunciaron en rechazo a las acciones estadounidenses, mientras la población del país surasiático se vio forzada a abandonar sus hogares y pertenencias por el desate bélico.
En medio de los ideales económicos y políticos, la Casa Blanca ordenó cerrar las fronteras afganas con el fin de acorralar aún más al Gobierno de ese país, que en poco tiempo se vio suspendido en el abastecimiento de alimentos y otros productos, e invadido completamente por militares del norte, fuertemente armados y con claros objetivos de someter a la población hasta que el Gobierno entregara a los miembros de Al Qaeda, quienes presuntamente habían formado parte del plan que derribó las Torres Gemelas.
Cerca de nueve años más tarde, millones de civiles afganos muertos, millones de heridos producto de la sangrienta guerra, más desplazados, hambre, mayor pobreza y destrucción; el Gobierno de Estados Unidos no ha dado con Osama Bin Laden ni las supuestas armas que reunió.
Irak: Resultados de la inclemencia
Irak ha representado para Estados Unidos otro escenario de intereses políticos y económicos a lo largo de las últimas décadas, donde otra vez, la situación gira en torno al petróleo, un inacabable círculo de seducción que atrae a la hegemonía imperialista.
Con el pasar del tiempo, las políticas diseñadas por Estados Unidos se han involucrado directamente con las riquezas petroleras iraquíes, pero tal realidad fue ocultada bajo la búsqueda constante de presuntas armas de destrucción masiva que el norte aseguró que poseía el Gobierno del ex presidente de Irak, Saddam Hussein.
Ante el temor de que ese supuesto armamento fuese usado para destruir territorio estadounidense, y tras la acusación de que Irak apoyaba organizaciones con Al Qaeda, el Gobierno estadounidense decidió unilateralmente invadir a ese país del Golfo Pérsico en marzo de 2003.
En enero de ese año, tropas conformadas por 250 mil uniformados de Estados Unidos y otros miles más de Gran Bretaña, comenzaron a dispersarse a lo largo del Golfo Pérsico. Un mes más tarde, Colin Powell, entonces secretario de Estado norteamericano, renovó las acusaciones contra Irak y las supuestas armas de guerra con las se mantenía vinculado a Al Qaeda.
Entre algunos de los líderes del mundo que se han pronunciado en contra de esos ataques directos y unilaterales, el ex secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan sostuvo recientemente que lo único que ha generado esa guerra es el retroceso de Irak en veinte años.
"Siete años después, ¿valió la pena? ( ... ) "Hay unos que dicen que contribuyeron con Irak, yo no lo veo", consideró el otrora secretario de la ONU durante una conferencia ofrecida en México el pasado martes ante unas 10 mil personas.
Pero esta vez tampoco bastó la reacción mundial de condenar los ataques bélicos ni su llamado de "No a la guerra", cuyas voces internacionales fueron completamente ignoradas por los intereses del principal promotor de la ofensiva, Estados Unidos.
Lluvias de misiles y bombas cubrieron el cielo y el suelo de Irak, dejando a su paso miedo, destrucción, hambre y decenas de miles de muertos y heridos tanto civiles como militares. Saddam Hussein logró huir del país y fue capturado en diciembre de 2003 para ser llevado a juicio. Las supuestas armas en su poder nunca aparecieron.
El pasado 31 de agosto, Barack Obama, el presidente de Estados Unidos, anunció un falso final de la ofensiva militar que significó siete años de ataques, muertes y sufrimiento en Irak. El regreso del último contingente de soldados norteamericanos que de manera efusiva y mediática se dio a conocer en todo el mundo, no es más que un cínico intento de suavizar su hostil imagen ante la comunidad internacional.
El analista internacional Tajeldine expresó que, en efecto, el Gobierno del actual presidente de Estados Unidos, Barack Obama, es la continuación de las políticas del segundo mandato de Bush. "Es un maquillaje diplomático pero que en el fondo, el puño de las armas está al frente".
Explicó que el primer Gobierno de Bush se caracterizó por ser más belicista y menos diplomático, tanto así que la ONU fue totalmente ignorada en sus condenas o ausencia de apoyo para los fines de guerra que pretendía concretar.
En cambio, el segundo período inició un acercamiento diplomático de apariencia, es aquí donde "Obama surge como una especie de salvación y cambio de imagen de esa segunda política de Gobierno de Bush pero con el mantenimiento de guerra", aseguró el experto.
Permanecen tropas en suelo iraquí
La operación Alba Nueva (New Dawn) prevé la permanencia de 50 mil militares en Irak para supuestamente ofrecer entrenamiento a las fuerzas seguridad locales, es decir, una misión de "entrenamiento" para las tropas iraquíes.
La razón: garantizar la permanencia estadounidense en ese lado del mundo con un contingente de tropas especiales que le brindarían la posibilidad a Estados Unidos de accionar un plan de intervención inmediato para asumir el control de sus intereses y establecerse en un país clave para la Casa Blanca.
La invasión de Estados Unidos en Irak deja un Estado y una sociedad destruidos, con un saldo lamentable de dos millones de iraquíes muertos, al menos cinco millones de desplazados, millones de niños y mujeres desprotegidos, realidad que se suma a un sistema de salud en precarias condiciones y una situación sanitaria desoladora con enfermedades como cólera, varios tipos de cáncer y malformaciones producto de años de ataques que desprendieron una intensa contaminación.
La guerra también dejó cicatrices para los norteamericanos con unos cuatro mil 400 soldados muertos en esa sangrienta agresión. Estados Unidos demuestra una vez que no importan los "sacrificios" con tal de mantener y reforzar el papel temible y dominante de una superpotencia económica y geopolítica en el mundo.
Lavar conciencias con sangre
De todo esto, es fácil que asalte la duda si Estados Unidos algún día se desprenderá del odio que emana de su sed de riqueza y poder. Cabe reflexionar en relación a los millones de personas que quedaron marcadas por la guerra.
¿Es ese el camino que debemos seguir para encontrar la tan ansiada paz en el mundo? ¿Un sendero de hostilidades donde prima la necesidad irrenunciable de establecerse para siempre como el país con mayor fuerza y disposición en el mundo, que lava conciencias con la sangre y que hace que inocentes conozcan el horror de las armas?
Ahora, el imperio de América del Norte, pretende escribir un nuevo capítulo en la historia con el retiro parcial de las tropas del Medio Oriente, que sirva quizás para tomar un respiro y desatar más adelante un nuevo conflicto mundial a base de presunciones y excusas como ocurrió en Afganistán e Irak.
La realidad es que Estados Unidos y sus aliados ya no son tan fuertes como antes, ya no son tan temibles como antes y ya no están solos como antes. Ahora existen nuevas conciencias, nuevos objetivos y nuevos aliados de paz.
Son muchos los Gobiernos alrededor del mundo los que han hablado para proponer un alto al fuego, la deposición de las armas y redactar las nuevas páginas de la historia.
Pero lo primero y fundamental es reconstruir el mundo actual, el mismo que vio tanta sangre y conflictos. Construir para comenzar de nuevo, para hacer posibles los cambios que permitirán nacer, crecer y aprender del pasado con el único fin de perpetuar en la memoria de mujeres y hombres que la paz es el fin último.
María Daniella García
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